18 de septiembre de 2023 Por: Jorge Espinosa
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El pasado 13 de septiembre, en un colegio público de Mosquera (Cundinamarca), murió por ahogamiento una menor de seis años al consumir su refrigerio.
Aunque las investigaciones avanzan, familia, comunidad académica y habitantes del sector no logran reponerse del dolor.
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La menor vivía en Porvenir Río, sector con necesidades sociales, que padece el microtráfico y la inseguridad que conlleva. La tragedia despertó reacciones difíciles de explicar, como pretender vandalizar el colegio y amenazar a los docentes, así como a los empleados del servicio de alimentación.
El miedo motivó la suspensión de clases. Esta situación refleja nuestra poca capacidad de gestión, tanto a nivel personal como social, pues justo cuando se necesita mayor unión y acompañamiento, la comunidad se divide en reproches mutuos, lo que abre nuevas heridas.
Hay un dolor latente: un grupo de familias que sufre, una comunidad indignada y una realidad social que no ayuda.
Entonces, ¿cómo se debe gestionar? La vía no es la violencia, el silencio o las recriminaciones; se deben tender puentes de diálogo que permitan reconciliación como punto de partida. Es momento de resignificar lo ocurrido y considerar el hecho como una oportunidad para la paz.
Hoy todos sufren y su dolor es válido, pero no por ello se debe ver con ojos de enemigos al resto. La educación debe ser un pilar para superar los problemas sociales.
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